lunes, 1 de febrero de 2010

¿Quién sigue después de mí?

Siguiente.
Si camino prudente, es porque así me han enseñado a hacerlo. Alzo mis brazos y esto ofrezco: disciplina, paciencia y atormentado silencio. Ofrezco un respiro en el desierto, un callar discreto. Ofrezco lo que sé ofrecer, ajeno a lo que quiero. ¿Y qué hacer con la pasión que me carcome por dentro? Pero los reflectores de este escenario arden más intensos. ¡Pero si sólo se debe ceder y callar! ¡No, es así! ¡Sencillo por demás!
Siguiente.
Éste es mi pensar, con él me destinaron a nacer. ¡Háganlo florecer! Así lo desean las tormentosas nubes que se acumulan. Yo muero y me desplazo cual ola que abraza el continente.
¡Que le nazcan flores en el cerebro, se los está pidiendo! Así lo ordena la Madre Tierra. Muere y nos canta una canción que susurra:

Era una sofisticada canción;
en la bahía la vieron nacer,
en un remolino de corales caer.

Siguiente.
Yo no he aprendido a respirar; yo digo lo que dicen; la jaula de bronce: ¿me taparán esta vez los barrotes aquel amanecer que nace tras las afiladas celdas?
Siguiente.
Sí,
intentan
guiarnos.
Unos
impresionan,
estremecen.
Nunca
taciturnos,
elocuentes.
¡Siguiente!
¡La vida es una audición! ¿Dónde esconde el guión, Director celestial? ¿Dónde? ¿Duerme entre las constelaciones del firmamento, en la sabia de un árbol, en el respirar de un flamenco, en la escarcha de mi ventana? ¿Dónde está? ¡No lo veo y no me he memorizado el próximo parlamento!

¡Siguiente, siguiente, siguiente!

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Escrito en julio de 2009

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